Se pude decir que la comunidad como lugar de la fraternidad se establece a partir del desenamoramiento de sus miembros, es decir, en la capacidad de desplazar la ilusión emotiva para ver objetivamente su contexto y así llevar a cabo el desarrollo efectivo del amor, sustentado en la certeza. En el desenamoramiento se vive realmente la dinámica de la entrega al otro y de la renuncia a si mismo, por lo cual, desatado de los propios egoísmos e intereses es capaz de asumir con radicalidad el servicio al otro.
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