En el amor recibido, Dios se empobrece haciéndose hombre, entregándose y dando identidad y el hombre se enriquece, convirtiéndose, siendo elevado por la gracia de Dios, generando fraternidad, y en el amor fructificado, el creyente y la comunidad, se convierten en sacramento que implica un orden a la santificación de los hombres y a la edificación del cuerpo de Cristo, alimentando, robusteciendo y expresando la fe por medio de palabras y actos, dinamizando la solidaridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario